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EN PRESENTE
Paso a paso voy. Despacio cuesta arriba, con las manos hechas piedra y la cara quemada por el viento congelado, entonces entiendo qué es la paciencia y el dolor. Nadie dijo que fuera fácil. Luego miro hacia abajo, ahí está: la obra maestra que nos regala la naturaleza.
▇ Veo mis huellas y al fondo una cama de nubes detrás del glaciar que se pinta de rosa con los rayos del sol; la primera luz del día. Me encuentro perdida en un instante, totalmente rendida ante la grandeza del pico más alto de México que impone a todo aquel que reta a su cumbre, entonces entiendo qué es la humildad.
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Aquí me siento libre, entiendo que no importa si soy la última en llegar a la cumbre, o la primera. Algo muy grande toca mi alma, y así me pongo en contacto con la verdadera esencia de lo que es vivir.
Me encuentro 100% alerta, alerta en todos los sentidos, 100% presente. Puedo escuchar mi corazón. Siento, veo y observo todo lo que pasa a mi alrededor. Tengo extremo cuidado a cada paso que doy, debo pisar firme y fuerte, cuidar el piolet, la cuerda que voy tomando a mi lado, cambiando de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, dependiendo en la dirección que caminemos.
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Me tapo la cara: el gélido viento quema. El frío cala hasta los huesos. Siento cada parte de mi cuerpo, mis piernas están haciendo un esfuerzo por obedecer lo que manda mi mente, mis manos quieren un poco de calor. Respiro y mis pasos agarran ritmo. Sí, estamos cerca.
¡Cumbre! Llegamos al punto más alto: estamos parados en el techo de México.
❆ Aquí salen las lágrimas y nos damos el “abrazo cumbrero”. Me siento plena, puedo conversar conmigo misma; siento el gélido viento en mi cara. Entiendo que lo he logrado, me siento grande, inmensa y fuerte pero a la vez diminuta e insignificante ante tal infinita magnificencia en el horizonte.