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El sombrero de jipijapa, que se teje en cuevas de Campeche

Alrededor de una antigua hacienda henequera, un pueblo de tejedores mayas pasa sus días tejiendo sombreros. Están en Campeche, pero la costumbre centenaria que siguen proviene del distante Ecuador.

Por: Jimena Sánchez-Gámez / FOTO: David Paniagua Swipe

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El origen

El sombrero de palma que cobró fama en Panamá —cuando el ostentoso canal que iba a conectar dos océanos apenas se construía— tiene su origen en Ecuador. Con él se cubrían del sol, descubrieron los españoles en tiempos del Virreinato, los indígenas de la provincia de Manabí.


La partida

Cada dos meses cosechan la palma, la rayan con una aguja para sacar de sus hojas hilos ‒entre más partidas más fino y laborioso ha de ser el tejido‒, y luego dejan que un horno deshidrate la multiplicada planta hasta que se torne color marfil. A veces se tiñe con fibras naturales.


La humedad

Cuelgan, para secarlos al sol, los manojos de jipijapa entintados en los patios traseros de las casas. Mientras tanto, alguien en una improvisada cueva trenza un sombrero: porque sólo en la humedad de una madriguera es que las hebras se manipulan sin esfuerzo.


El tejido

Son los niños y las mujeres los que tejen.  Los hombres lo hacen cuando no están al pendiente de sus milpas. Con la paja troceada, vuelta filamentos, se empieza por darle forma a la corona del sombrero. Luego viene la plantilla, después la copa. Al último aparece el ala.

Sólo haciendo sombreros, muchos, se obtiene la destreza necesaria.

Las manos entonces aprenden a darle fineza al tramado. La calidad se mide por el número de círculos que hay en la copa. Entre más tenga y más estrechos sean, mejor es la textura.


Hacienda Santa Cruz

Fue Sixto García quien introdujo el cultivo de la palma de jipijapa en la Hacienda Santa Cruz.  Trajo la planta de Guatemala y aún hoy crece en la misma huerta. Alrededor del deslucido casco, una población maya sigue ocupada en urdir sombreros.


Resistentes al sol y al agua, dóciles y ligeros, los sombreros artesanales de Ecuador comenzaron a confeccionarse en el siglo XIX en otras tierras. Esa tradición de paja llegó a Campeche, y hasta la fecha subsiste en dos localidades del municipio de Calkiní: Bécal y la Ex Hacienda Santa Cruz.


Parecida al plátano, con hojas que se abren en forma de abanico, la Carludovica palmata recibe distintos apelativos: toquilla, rampira, bombonaje, lucaina, palmiche… En México se le conoce como jipijapa, nombre de uno de los cantones ecuatorianos donde era costumbre fabricar elaborados sombreros.

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