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Alejandra Márquez Abella

Alejandra Márquez Abella, una de las directoras más importantes del cine mexicano contemporáneo, nos cuenta cómo es crear desde el “no”.

Por: Jessica Oliva Swipe

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Una clase de fotografía se le quedó para siempre a Alejandra Márquez Abella. La tomó cuando era niña, justo en medio de un momento difícil: el verano en que su familia se mudó de San Luis Potosí a la Ciudad de México. Rápidamente, ese espacio se convirtió en algo “mágico”, que continuó durante su adolescencia. Descendiente de historiadores e hija de un escritor, la combinación la fue inclinando naturalmente hacia un gusto por la narración en imágenes: escribir en papel, para después escribir con la cámara.


Sin embargo, la idea de estudiar cine no cruzó por su mente hasta que una escuela, en Cataluña, la encontró a ella. “Siempre fui una niña adolescente muy responsable y cuando salí de la prepa mi plan era estudiar Comunicación, porque, según yo, ése era el camino seguro para tener un trabajo”, comparte. “Me fui a hacer un viaje justo a los 18 años, acabé en Barcelona y descubrí una escuela de cine. Ahí decidí mandar todos mis planes al traste. Mi papá también tuvo mucha incidencia, al animarme a no hacer lo que yo consideraba ‘lo responsable’”, recuerda.


Después de completar sus estudios, Alejandra salió sumergida en la teoría y la forma cinematográfica, pero también acompañada de una certeza aplastante: jamás lograría hacer una película. “Era como un diálogo conmigo misma tipo: `Yo sé que tienes muchas ganas, pero tienes que hacer las paces con la idea de que eso no va a suceder. Es difícil y es mejor que lo vayamos entendiendo para que no te frustre la vida’”.

Hoy, poco más de diez años después, la cineasta tiene ya dos largometrajes en su filmografía –ambos consentidos de la crítica y estrenados en el festival de Toronto–, cuenta con tres nominaciones al Ariel; entró a la lista de 10 directores revelación de la revista Variety; su última película, Las niñas bien, fue considerada por muchos medios especializados como una de las mejores cintas mexicanas de 2019, y actualmente está escribiendo y produciendo su serie La liberación. ¿Cuál de esos momentos le hizo decirse a sí misma: ¿soy una directora de cine? “Aún no pasa”, nos dice riendo.


Su respuesta tiene que ver con una suerte de estrategia mental, que ha adoptado desde que salió de la escuela. Empezó su carrera en México, de regreso de España, escribiendo guiones para televisión y coordinando el proyecto Imaginantes, de Televisa, que consistía en la realización de animaciones de anécdotas literarias.


Mientras tanto, decidió escribir en solitario el guion de su ópera prima, Semana Santa, que por amigos en común llegó a manos del productor Nicolás Celis (Roma). “La hicimos con muy poquito dinero y mucho esfuerzo. Recuerdo el día de la premiere en Toronto estar esperando en la fila del baño y recordar esta autoterapia que me había hecho al salir de la escuela. Me dije: ‘Bueno, pasaron diez años y aquí estoy, con mi primera película. Va a estar muy difícil hacer otra, así que ve haciendo las paces con la idea…”, nos dice la cineasta riendo. “Y dije, bueno, igual está bueno eso. Ya que así me gusta operar, voy a pensar en qué NO haré en la próxima década para ponerme a trabajar en eso”.


Dedicada a un oficio que considera difícil de definir –debido a que engloba y “se diluye” en muchos elementos y habilidades–, Alejandra considera que el éxito de Las niñas bien, producida por Mr. Woo y protagonizada por Ilse Salas, Cassandra Ciangherotti y Johanna Murillo, fue el resultado de la mezcla de las personas que trabajaron en ella. “Creo en la poca pureza de los proyectos, en las fuerzas opositoras que te retan. Salen cosas padres”, dice la cineasta, quien se ha unido nuevamente con las mismas actrices para crear La liberación. La serie abordará el cambio de paradigma que viven las mujeres en estos tiempos, lejos de la condescendencia, el maniqueísmo y la actitud pedagógica que suele invadir a otros contenidos televisivos sobre el tema. “Queremos cuestionar nuestras creencias absolutas del feminismo”, comparte, “estos ideales versus cómo se aplican a la vida práctica. Cómo esto es una olla hirviente de emociones, intenciones, voluntades, a veces insoportable, a veces completamente sanadora”.

La liberación encuentra muchas de sus raíces en las propias experiencias de la realizadora, quien es una de las fundadoras de Ya Es Hora, colectivo feminista que pretende generar cambios en la industria. Una de las transformaciones más importantes, de acuerdo con Alejandra, tiene que ver con las historias que vemos en pantalla y, también, con saber identificar nuestros sesgos como creadores y espectadores. “Me ha dejado claro que hemos sido educados con una visión cinematográfica que responde a una tradición establecida especialmente por hombres, y que a veces no contempla la experiencia femenina”, señala.

“Uno de los problemas que existe es que nuestra comprensión de que algo es bueno o malo pasa necesariamente por esta normatividad tradicional. Siento que lo que nos importa de pronto al grupo que nos entendemos como mujeres parece no ser relevante en el mundo de la crítica, de los festivales y de las programaciones de las ventas. Pero poco a poco está cambiando”.

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