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Claudia Sántiz, mujer chamula y poderosa chef

Por: ANGÉLICA NAVARRO | FOTOS: CORTESÍA Swipe

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Claudia Albertina Ruiz Sántiz es su nombre completo y tiene 34 años. Nació en el municipio chiapaneco de San Juan Chamula, donde ser mujer significa dedicarse al hogar y a los hijos.

Ella tomó otro camino
y con su sazón y fortaleza
está logrando cambios
culturales importantes.

Claudia es joven, mujer e indígena. Parece que ninguna de estas tres condiciones la harían resaltar en una sociedad patriarcal y dominada por el eurocentrismo.

Y, contra todo pronóstico y gracias al talento y mucho trabajo, lo está haciendo:

exalta los sabores e ingredientes chiapanecos

rescata las recetas tradicionales 

ayuda a las mujeres jóvenes chiapanecas

crea un sentido comunitario que se percibe en Casa Sántiz, dentro de la marca Claudia Sántiz, el proyecto gastronómico desde donde sueña y comanda una revolución pacífica y femenina

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Mujer, maternidad, cuidado

En San Cristóbal hay mucha pobreza pero también alegría y un orgullo palpable entre los chamulas, quienes muestran, en su mayoría, una mirada digna. La riqueza de esta tierra no cotiza en la bolsa, pero brota de forma natural a cada paso.

Y de los pechos de las mujeres jovencísimas casi siempre está prendado un bebé. Las madres portan con orgullo sus faldas negras de lana de oveja y sus blusas satinadas bordadas a mano.

Así viste Claudia también mientras va al mercado o negocia con productores locales para generar cadenas comunitarias de ayuda. Pero la “malmiran” pues no es mamá, ni está casada ni pedida.

Sobre el tradicional
rol de la mujer,
Claudia nos contó:

Sé que hay tradiciones y costumbres que se tienen que quitar de tajo. Ésta es una manera de hacerles ver que como indígenas podemos lograr cosas”.

“Lo mismo sucede cuando se es mujer: puedes llegar a tus metas y demostrar que no necesitas a alguien detrás de ti, que tú sola puedes moverte porque también tienes la fortaleza y las capacidades para hacerlo”.

Está padre que empiezan a entenderlo, a darse cuenta de que no tienen por qué obligarte a casarte con una persona que no quieres, porque ésa es otra de las cosas: te casan a una edad que ni siquiera estás consciente de lo que significa un matrimonio y de lo que es ser madre.

Siempre lo he dicho, si yo no puedo cuidarme, imagínense cómo voy a cuidar a un chilpayate (niño)”.

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Lamentablemente la comunidad, el pueblo o las creencias y tradiciones van en ese sentido; no se ponen a pensar, no te preguntan qué quieres, hasta dónde quieres llegar.

Es hora de que empiecen a reflexionar, a respetar el derecho, que también tenemos, de llevar nuestra propia vida”.

Hay familias que todavía arreglan, por ejemplo, los chicos te ven y es como de… ‘con ella me quiero casar’, entonces entran a preguntar, así se le llama cuando quieren arreglar un matrimonio”.

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¿Te criticaron?

Sí, hubo momentos en que me dieron la espalda, pero a la vez fue como mi fortaleza, el decir bien, si ustedes creen que nuestras creencias no están compaginadas, no pasa nada, pero voy a demostrarles que puedo hacerlo”. 

Incluso la situación llegó a un punto en que mis propios familiares decían que estaba loca, recuerdo que a mi mamá le comentaban:
es que ya cásala,
¿por qué ella?,
¿por qué si es mujer?,
¿¡cómo vas a dejar ir a tu hija
a la Ciudad de México!?.
Cosas de ese tipo”.

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¿Cocinas patriarcales?

Albertina estudió Gastronomía en la Universidad de Estudios Superiores de Chiapas y su tesis fue un recetario de rescate de guisos tradicionales chiapanecos.

El famoso chef Enrique Olvera estuvo en la Universidad y conoció su trabajo y la invitó a sumarse a su cocina en Pujol, donde estuvo un año.

Luego, se fue a Máximo Bistró durante otro año y, finalmente, estuvo en la cocina de  Duo, Salado y Dulce. Sus papás enfermaron y ella volvió a San Cristóbal de las Casas, donde decidió abrir su proyecto y verlo florecer inspirando a otras mujeres chiapanecas que sueñan y trabajan fuerte.

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¿Sufriste discriminación
en la CDMX? 

Siempre he sido discriminada en todos los espacios. En la Ciudad de México fue mucho más fuerte porque allá no tenía a nadie, no conocía a nadie”. 

Iba con la aventura de querer conocer una cocina diferente, pero al mismo tiempo, me encontré con una discriminación más fuerte; en la cocina, la sociedad y en general por ser mujer e indígena”.

Hacen comparaciones entre las mujeres del centro, norte y sur –si de por sí dicen que las mujeres no tenemos la capacidad– en su criterio, las mujeres del sur mucho menos”.

Justo en la Ciudad de México nació mi frase:
que hable mi trabajo y no mi boca,
y entonces con mi trabajo
empecé a callarles la boca a todos.

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Porque de hecho, sólo una vez he tocado las puertas para poder emplearme y de ahí todas las demás se abrieron;
es más, yo ni siquiera me había topado con Olvera, él me invitó a trabajar, después me pasé con Eduardo, quien también me invitó:

Escuché de tu trabajo, yo sé que ahorita estás desempleada, ¿a qué te regresas a Chiapas? Quédate conmigo’, me dijo. Mi trabajo fue abriendo puertas”.

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Casa Sántiz en
San Cristóbal de las Casas

El destino de Albertina ha sido marcar el cambio: demostrar con su trabajo, inteligencia y sentido comunitario que los ingredientes chiapanecos son valiosos, que como mujer puede decidir sobre su cuerpo y vida y que sin un hombre junto puede crear un negocio culinario.

Ella creó un restaurante hace cinco años después de haber trabajado tres en la Ciudad de México. Regresó porque sus padres enfermaron y abrió su propio proyecto.  

Claudia tiene un aplomo admirable. Sus padres querían que fuera maestra y ella decidió estudiar Gastronomía. Fue la primera de su familia (tanto del lado paterno como materno) en titularse y así parece ser su destino: de líder, de abridora de caminos.

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Casa Sántiz, hay que decirlo, es un destino obligado cuando se está en San Cristóbal de las Casas: se sirve tascalate, platillos con flores, con ingredientes frescos y una presentación apetitosa.

El equipo está compuesto por puras jóvenes chiapanecas y además del comercio justo hay una clara filosofía de ayuda comunitaria y de reducir al máximo la huella de carbono.

Hay mucho de lo chamula que hay que ver con admiración, pues este pueblo de origen maya ha sobrevivido a conquistas, guerras y guerrillas y en gran medida se ha debido a su hermetismo. 

La dureza de su madre le forjó un carácter a prueba de balas y más que armas, ella ha tomado a su tierra y sus prodigios para crear una revolución silenciosa donde las mujeres sean libres para decidir sobre sí mismas.

¡Vaya lucha!
Le auguramos victoria.

Casi rompe en llanto cuando le preguntamos sobre lo que significa inspirar a las jóvenes chiapanecas y es que es ése el mayor éxito de Claudia: no se mide en pesos ni en clic, se mide en una transformación cultural que ya está ocurriendo y de la que ella ha sido una pionera poderosa.

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