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La Pesca de la Sardina Ciega, un vistazo al México ancestral

Por: Abraham Bojorquez Swipe

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Hay momentos y lugares en los que el pasado ancestral de lo que hoy llamamos México se asoma y, aunque sea brevemente, podemos echar un vistazo a lo que fue. La Pesca de la Sardina Ciega es uno de esos momentos. 

Casi todo lo que había antes de la llegada de los españoles fue sepultado bajo el pesado cemento de la colonización y la evangelización. Ciudades, lenguas, religiones y culturas enteras fueron relegadas al olvido. Casi todo, pero no todo. 

Algunas costumbres y rituales
lograron escabullirse.
Al entretejerse con las nuevas creencias,
pudieron escapar de la extinción total. 

Foto: Alfonsobouchot

𓆝𓆟𓆜𓆞 Tapijulapa es un pueblito encaramado en la sierra de Tabasco. Ahí, cada Domingo de Ramos se puede presenciar un ritual muy antiguo que logró camuflarse en las celebraciones cristianas de la Semana Santa, pero cuyo origen se encuentra mucho más hacia atrás en el pasado. 

Se trata de la Pesca de la Sardina Ciega, una tradición del pueblo zoque transmitida de generación en generación a través de los siglos. Esta ceremonia tiene como objetivo honrar y agradecer a la naturaleza por la fertilidad y la abundancia, pero también pedir una bendición para la próxima cosecha. 

𓆝  Se cree que los antiguos zoques eran descendientes de los olmecas. Sus principales asentamientos estaban repartidos en la zona en donde se juntan los estados de Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas. Sabemos también que tenían una próspera economía y mantenían una relación comercial con los mexicas, hasta que estos los sometieron en 1484 y los obligaron a pagar tributo.

Los descendientes de esta cultura se concentran en el noreste de Oaxaca, aunque también hay comunidades en los otros tres estados. El ritual de la Pesca de la Sardina es la celebración anual más importante de esta etnia.

Fotos: Alfonsobouchot

𓆝 El día comienza en la Iglesia de Santiago Apóstol, en lo alto de Tapijulapa. Aquí se celebra una misa en la cual cada uno de los danzantes recibe una bendición.

Una vez terminada la misa, la procesión a través del pueblo inicia. Los elegidos avanzan sosteniendo en sus manos las canastas de mimbre que contienen velas, un arreglo de flores para ofrendar y la cueza, el tubérculo que usarán para preparar el barbasco.

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Su caminar está acompañado por la melodía de las flautas de carrizo y los tambores. Ellos llevan la vestimenta tradicional y obligada: camisa y pantalón blanco, sombrero y un paliacate rojo al cuello. Un machete a la cintura y sandalias completan el atuendo.

Los locales salen a las entradas de sus casas y se asoman a sus balcones y ventanas. La emoción compartida es palpable entre la gente de Tapijulapa. Es un día de fiesta.

Foto: Mollymolleja

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𓆝𓆟𓆜𓆞 Los danzantes llegan a un pequeño muelle a la orilla del Río Oxolotán. Ahí suben a bordo de lanchas de motor que los llevarán a su destino final: el Parque Natural Villaluz.

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Este parque es una zona de selva espesa atravesada por senderos y arroyos de aguas cristalinas. Rincones con alegres cascadas se encuentran de vez en cuando al avanzar. Al sonido de las flautas se une ahora el canto de las aves. El ambiente se torna mágico.

Danzantes y público se abren paso a través de la selva serrana. La única parada antes de llegar al destino final se hace para completar una parte fundamental del ritual: el preparado del barbasco

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𓆝 En un punto en donde prominentes rocas entorpecen el afluente de un riachuelo, los miembros de la comitiva raspan la cueza que llevan en sus canastos contra la superficie de las rocas. Después, mezclan las fibras que obtienen con cal y un poco de agua.

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La pasta que resulta es envuelta en hoja de plátano, recién cortada con sus machetes. Una vez hechos los paquetitos de barbasco, se realiza el último tramo del recorrido hasta la entrada de la Cueva de las Sardinas.|

Los asistentes toman su lugar para la parte más vistosa del ritual. La Danza de la Pesca de la Sardina.

𓆝𓆟𓆜𓆞 El primero que comienza a danzar es el más anciano del grupo, considerado el patriarca. Poco a poco, los demás se van uniendo hasta que todos forman un círculo.

La danza consiste en cargar el canasto de mimbre hacia arriba y hacia abajo mientras se trota en círculos, con algunos giros ocasionales. La flauta de carrizo y el tambor ponen el ritmo y la melodía.

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Al finalizar la danza, los danzantes sostienen sus canastos en señal de ofrenda. Un respetuoso silencio inunda el lugar. El anciano mayor eleva su canasto y un sahumerio con copal encendido, en señal de saludo a los dioses de la tierra, el agua, la luna y la lluvia. Para este punto, la máscara cristiana del ritual se ha desprendido por completo y estamos ante una tradición genuinamente prehispánica.

Buenos días abuelo, buenos días abuela. Reciban nuestro saludo y escuchen lo que venimos a pedir. Tienen hambre nuestros hijos y tienen hambre nuestras familias”.

Foto: Alfonsobouchot

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𓆝 Así comienza la plegaria del patriarca, hablada en lengua zoque. La oración continúa, pidiendo la bendición de los espíritus que habitan la cueva para la cosecha de maíz que viene. Finalmente, se les pide permiso para entrar a la cueva.

Liderados por el anciano, los danzantes se introducen en la oscuridad de la cueva. En el camino, van arrojando las flores en sus canastos al suelo a manera de ofrenda a los espíritus. Sólo quedan las velas y el barbasco. Cada cosa cumplirá también un propósito.

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Al interior de la cueva, sólo es posible caminar gracias a la luz de las velas encendidas. El agua llega a las pantorrillas. El sonido de agua cayendo y fluyendo en pequeñas cantidades llega a oleadas, envuelto en la reverberación de la oscura caverna.

Ha llegado el momento. Los miembros de la comitiva toman los paquetes de barbasco y los desatan en el agua.

Foto: Midjourney

𓆝𓆟𓆜𓆞 En la cueva habitan sardinas pertenecientes a una especie albina y ciega, adaptada a la oscuridad. Su cuerpo es traslúcido, ya que carece de pigmento.

Al respirar e ingerir el barbasco, las sardinas se intoxican y se atarantan. Comienzan a aparecer en la superficie y los danzantes no tienen más que recogerlas con sus canastos hasta llenarlos.

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Cuando la abundancia ha sido confirmada y todos los canastos se han llenado de sardinas, los danzantes abandonan la cueva, la cual regresa a su oscuridad habitual. Así permanecerá durante un año, imperturbada y silenciosa.

La gente convive por un rato a las afueras de la cueva antes de romper la comunión y emprender el regreso a Tapijulapa.

Fotos: 1-Gobierno Tabasco,
2-Midjourney

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El ritual de la Cueva de las Sardinas es un extraordinario vistazo a una época en la que los ríos, las cuevas, las plantas, los animales y cada fenómeno natural eran percibidos como una manifestación de la divinidad.

No se les consideraba agentes inanimados, separados, externos. Al contrario, eran espíritus vivientes, con los cuales uno tenía una relación activa y recíproca. Eran vistos como una parte de la red de la cual también nosotros somos parte. La red de la vida.

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Visitar estos lugares, asistir a estos rituales y entrar en contacto con este México profundo es una oportunidad para obtener valiosas lecciones, de esas que muchas veces se esconden en las enseñanzas y tradiciones de nuestros antepasados.

Foto: Midjourney

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