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Un paraíso dentro del paraíso

Entre selva, mar y manglar, en Fairmont Mayakoba nunca se pierde el contacto con la naturaleza. Una experiencia con servicios de lujo en donde la vista siempre descansa en verde

Por: Ivett Rangel Swipe

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En el imaginario colectivo, Riviera Maya es ese paraíso para descansar sobre un camastro frente al mar con un buen libro y un fresco coctel siempre a la mano.

Sin embargo, dentro de ese idílico paisaje hay otro paraíso en el que el trinar de las aves invita a despertar pronto para recorrer cada rincón y conocer a los residentes: así es Mayakoba.

A casi 50 kilómetros del Aeropuerto Internacional de Cancún, y a unos cuantos minutos de Playa del Carmen, se ubica este complejo de 240 hectáreas en el que se puede elegir entre cuatro hospedajes rodeados de canales navegables y profusos manglares, docenas de restaurantes de especialidades y un campo de golf; un gozo por los siguientes días.

Con vista al canal

Desde el balcón de una de las 401 habitaciones de Fairmont Mayakoba se tiene vista a uno de los canales por el que sobrevuelan aves de distintos colores; hay que aguzar la vista para reconocer, al menos, a las más características, como garzas, cormoranes y patos, aunque hay otras de singular belleza como el pájaro reloj, ibis blanco, águilas pescadoras.

Y en el agua salobre (mezcla de dulce y salada) se alcanzan a distinguir peces, tortugas y, con mucha suerte, cocodrilos bebé. Esa es la única razón por la que no se puede nadar en los canales. 

Mayakoba no sólo es la sede de algunos de los más exclusivos hoteles de México, también es el hogar de extensa variedad de especies; una agradable sorpresa para los sibaritas que buscan un entorno de paz en medio de la naturaleza. Aquí, no importa hacia dónde se vaya, el verde prevalece.

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Marineros
y ciclistas de agua salobre

Aunque hay cocodrilos, eso no es impedimento para adentrarse al agua: pequeñas pero encantadoras embarcaciones navegan cada hora desde las siete y media de la mañana hasta las cuatro de la tarde; sólo hay que reservar el paseo en el embarcadero principal. No tiene costo, salvo si se desea tener una experiencia especial, como un desayuno a bordo o una sorpresa romántica en pareja. 

Hay otras opciones, estas sí con costo extra: remar o pedalear por un tramo de los 13.5 kilómetros de canales, a bordo de un kayak o una AquaBike; esta última fue la elección para tener una experiencia de viaje totalmente inédita. 

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Además de ser muy sencillo (para quienes ya saben andar en bicicleta), resulta muy divertido “rodar” sobre el agua porque permite acercarse a los manglares y ver de cerca a las aves que anidan ahí.

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Camino a la playa

Además de los canales delimitados por manglares o paredes de piedra caliza, hay caminos serpenteantes a través de la selva que conectan a Fairmont, en el corazón de Mayakoba, con todo el complejo y, por supuesto, con la playa. 

Se puede llegar hasta ahí, y a cualquier rincón de Mayakoba, en cochecito de golf, pero hay que intentar hacerlo, al menos una vez, en bicicleta hasta La Playita, el restaurante para comer o cenar en la arena y, a unos cuantos pasos, un par de piscinas climatizadas y varios camastros a la sombra de palapas.

Hay bicicletas de distintos tamaños (incluso para niños) por toda la propiedad, se pueden tomar y dejar a placer para ir y venir por cualquier rincón. Sólo hay que poner a prueba el sentido de orientación o preguntar al personal de vigilancia cuál es el camino correcto.

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 Placeres de mar

Una vez que se ha alcanzado la playa, difícilmente se le quiere abandonar, pues es una de las más tranquilas en Riviera Maya. Aquí hay más razones para mantenerse en movimiento: se puede practicar kayak o paddle board y, todavía más intrépido, navegar en un velero.

Cuando hay viento suficiente, como en uno de estos días, el velero alcanza una velocidad inesperada, especialmente para quienes esperan un paseo sereno. 

Más vale ajustarse bien el chaleco salvavidas y sujetarse bien de las cuerdas, así como dejar cualquier dispositivo móvil, lentes y sombreros sobre los camastros porque ¡es hora de volar!

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De gran gusto

De Fairmont Mayakoba se quedan los mejores recuerdos a través de su gastronomía, especialmente de dos restaurantes con lo que se cierra con broche de oro cualquier velada. 

Hix seduce el paladar con sus sabores asiáticos servidos como “bites”, desde un tradicional rollo de sushi hasta un temaki de atún hasta un tiradito de salmón, sin olvidar unos wontons.

Para muy carnívoros

A Tauro más vale llegar preparado física y mentalmente para probar los mejores cortes de steakhouse de altísima calidad, no sin antes abrir el apetito en el bar con un plato de ostras y uno o dos martinis, una combinación tan en boga.

Inspirado en la fortaleza del toro y el rol que desempeñaba en la mitología, este recién inaugurado concepto liderado por el chef argentino Cristian Schwuger conquista a todos con distintas opciones: Kansas New York con hueso, cabrería filete con hueso, rib eye, porter house con lámina de oro o tomahawk, también hay cordero… Y los que aman las verduras encontrarán placer en las guarniciones hechas con coliflor, espárragos, hongos y espinacas. Todo maridado con una exclusiva selección de vinos. Y, por supuesto, en el ambiente más sofisticado.

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Nadie debe partir de Fairmont Mayakoba sin pedir algún postre: Hay un pastel de colores y un brownie de chocolate con forma de oso que se come como paleta. No importa la edad, se merece presumir en redes sociales.

Una vez que no queda espacio para más, los sonidos nocturnos propios de la selva servirán de arrullo. Y sólo quedará el deseo de permanecer aquí aunque sea por un poco más.

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