
Una seguridad privada de calidad no es un lujo: es una necesidad estratégica.
La inseguridad en México no es un fenómeno que solo ocurre en los noticieros. Es una realidad que transforma hábitos, que obliga a las familias en resguardarse en fraccionamientos privados, que limita nuestras libertades y que impone a los empresarios la necesidad de tomar medidas que, hace algunos años, habrían parecido extremas.
Por: Ricardo LeónContinua en la historia

Ricardo León
Presidente ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad Privada (CNSP)

| La seguridad comienza desde la elección
Desde hace más de 30 años he trabajado en este sector. Lo he visto evolucionar, madurar y también enfrentar serios desafíos. Como presidente ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad Privada (CNSP), me toca representar a más de 250 empresas que, a diferencia de muchas otras en el mercado, han decidido operar bajo los principios de legalidad, calidad y dignificación del personal. Lo digo con claridad: no todas las empresas que ofrecen servicios de seguridad privada en México están capacitadas para hacerlo. De las cerca de 7,000 que existen, apenas una fracción cumple con los requisitos legales y operativos para brindar un servicio confiable.
El CNSP nació en 1996, gracias a la visión del licenciado Alejandro Desfassiaux, presidente del Consejo de Administración de Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial, quien entendió —antes que muchos— que la única manera de fortalecer el sector era poner orden, elevar estándares y fomentar la competencia responsable. En su momento, fundar el Consejo fue una decisión valiente: implicaba ayudar a que la competencia creciera. Pero también fue una apuesta por el bien común; por el fortalecimiento institucional de un sector que suple una de las funciones más básicas del Estado: garantizar la seguridad.
En aquella época, el mercado era un terreno disperso y poco regulado. Operaban cientos de empresas sin lineamientos mínimos; muchas sin permisos ni capacitación. No existía un padrón nacional, ni mecanismos de autorregulación o interlocución formal con las autoridades. La creación del CNSP marcó un antes y un después. Por primera vez, el sector privado contaba con una organización que representaba sus intereses legítimos, promovía estándares comunes y visibilizaba el valor estratégico de la seguridad.

| No cualquier empresa es apta
Las empresas que forman parte del CNSP pasan por un filtro riguroso. Requieren permisos federales y/o estatales, estar legalmente constituidas, contar con infraestructura adecuada, personal capacitado, cumplir con el Registro de Prestadoras de Servicios Especializados u Obras Especializadas (REPSE), tener una trayectoria transparente, entre otros requisitos. Verificar papeles es apenas el inicio. Lo que está en juego son vidas, instalaciones y reputaciones. Una mala decisión en la contratación de seguridad puede tener consecuencias devastadoras para una empresa, tanto operativas como financieras.

| El lado oscuro del mercado de la seguridad privada
Un tema que no podemos ignorar es la proliferación de empresas “patito”. Algunas operan desde espacios improvisados y sin infraestructura mínima: oficinas montadas en el fondo de un local comercial o en un cuarto adaptado dentro de una casa. Otras cambian de razón social cada dos años para evadir responsabilidades. Y lo más preocupante: muchas nacen por relaciones de conveniencia o compadrazgo, donde lo último que importa es la calidad del servicio. Desde el Consejo trabajamos activamente para visibilizar y combatir estas prácticas. Porque esas empresas no venden seguridad. ¡Venden riesgo!
A los empresarios que están por contratar un servicio de seguridad privada les digo: verifiquen. Conozcan las instalaciones de la empresa. Revisen sus permisos. Pregunten por su personal, sus procesos de reclutamiento, sus programas de capacitación. No se dejen llevar únicamente por el precio; muchas veces lo barato sale caro. Y si tienen dudas, acérquense al CNSP. Podemos asesorarlos para encontrar una solución a la medida, con empresas verificadas y experiencia comprobada.
Hoy más que nunca es indispensable dignificar esta industria, empezando por el factor humano. El guardia de seguridad es mucho más que la primera imagen que proyecta una empresa: también es una persona que arriesga su vida para proteger a otros. Si no se le paga bien, si no se le capacita, si no se le respetan las condiciones acordadas —como horarios, descansos, prestaciones o estabilidad—, estamos creando un caldo de cultivo para la frustración, la rotación y, en el peor de los casos, la corrupción.

| El elemento humano es clave
Uno de los principales desafíos estructurales que enfrenta el sector está precisamente en las condiciones laborales: la alta rotación, la escasez de beneficios y las jornadas laborales excesivas afectan no únicamente al trabajador, sino también la calidad del servicio. Se trata de un problema que no se puede seguir ignorando. Si no se generan mejores condiciones para quienes brindan seguridad, es imposible garantizar servicios eficientes, confiables y sostenibles a largo plazo.
Pero también vemos oportunidades claras. Una de ellas es la profesionalización del personal mediante programas serios de capacitación y certificación. Apostar por personal mejor preparado eleva el estándar del servicio y permite reducir incidentes, aumentar la lealtad del cliente y generar confianza en el entorno. Necesitamos guardias que sepan actuar bajo presión, que tengan criterio, conocimientos y herramientas. No podemos conformarnos con alguien que porta un uniforme sin más.
Otro factor que puede transformar positivamente el sector es el uso estratégico de la tecnología. Herramientas como inteligencia artificial, reconocimiento facial, vigilancia automatizada y ciberseguridad están revolucionando la manera como se brinda protección. La seguridad ya no se ejerce exclusivamente desde una caseta; también se gestiona desde centros de monitoreo inteligente, capaces de anticipar amenazas y prevenir riesgos. Quienes se adapten a esta nueva realidad podrán ofrecer servicios más completos y eficientes.

| La tarea no es fácil
La inseguridad pinta un futuro complicado. Vivimos una época en que la impunidad y la corrupción, en muchos niveles, alimentan al crimen. Pero eso no puede ser excusa para rendirnos. Desde nuestra trinchera seguiremos trabajando para profesionalizar el sector, ampliar nuestra presencia nacional —ya contamos con delegaciones en cinco estados (Michoacán, Querétaro, Nuevo León, Estado de México y Quintana Roo) y próximamente abriremos en Guerrero y Chiapas— y presionar por una Ley General de Seguridad Privada que unifique los criterios de operación a nivel nacional. Hoy, cada una de las 32 entidades del país tiene sus propias reglas, lo que vuelve ineficiente y costoso prestar un servicio de forma legal en todo el territorio.
En resumen, el panorama hacia 2026 es alentador para el sector de la seguridad privada, pero no está exento de retos. Superar los obstáculos regulatorios, mejorar las condiciones laborales, aprovechar la tecnología y acompañar el crecimiento económico con estándares éticos es el camino para consolidar una industria robusta, útil y con rostro humano. Porque la seguridad privada de calidad cuesta, sí, pero también protege, ordena y tranquiliza.
Por eso, como Consejo, buscamos tener a las mejores empresas, no a las más numerosas. Y a los líderes empresariales, les hago una invitación abierta: asuman la seguridad no como un gasto a minimizar, sino como una inversión estratégica que proteja el capital físico, la reputación institucional y la continuidad operativa. Invertir con responsabilidad en seguridad es cuidar el entorno, preservar la tranquilidad operativa y proteger a quienes hacen posible el funcionamiento del negocio. Ningún activo —por valioso que sea— justifica poner en riesgo lo más importante: la vida de las personas. AN