altonivel
Regresar a la edición
Pantalla completa Compartir Accesibilidad Tamaño de texto
A- A+
Animaciones
Iniciar sesión

De maquilar a crear: el nuevo reto de la manufactura mexicana

Ante la reconfiguración de las cadenas de suministro globales, México tiene la oportunidad de pasar de ser maquilador a convertirse en un protagonista industrial, innovador y sostenible. Así lo plantearon expertos en un panel celebrado durante FABTECH México, en mayo pasado. Coincidieron en que el verdadero reto está en la infraestructura, el talento y una nueva cultura de colaboración.

Por: Claudia Cerezo Swipe

Continua en la historia

Swipe Desliza a la izquierda para continuar

| El momento de actuar es ahora

Monterrey, Nuevo León. México se encuentra en un momento crítico, pero también lleno de posibilidades. Después de décadas de funcionar como una economía manufacturera orientada a la exportación, impulsada por la cercanía con Estados Unidos y por una fuerza laboral competitiva, el país se enfrenta hoy al reto de redefinir su papel en el nuevo orden industrial global. 

No es un cambio menor ni opcional: es una necesidad urgente, si se quiere preservar y ampliar la relevancia de México como plataforma de producción en un mundo donde la tecnología, la geopolítica y la sostenibilidad están reconfigurando cada eslabón de las cadenas de valor.

Este fue el espíritu que impregnó la mesa de análisis “El papel estratégico de la manufactura mexicana”, celebrada durante la edición número 20 de FABTECH México, exposición líder en la industria metalmecánica y de manufactura. Tres voces distintas, pero complementarias, compartieron una visión común: el momento de actuar es ahora. 

Participaron el doctor Leopoldo Ruiz Huerta, investigador titular de la UNAM y fundador y director del Laboratorio Nacional de Manufactura Aditiva y Digital (MADiT); Carlos Alberto Serna, subsecretario de Fomento e Innovación Económica de la Secretaría de Economía de Nuevo León; y Juan Pablo García, director general de la Cámara de la Industria de Transformación (Caintra) de Nuevo León. Desde la academia, la política pública y el sector empresarial se delineó lo que está en juego y lo que se necesita para dar el siguiente paso.

| Adaptarse, colaborar y producir con propósito

El doctor Ruiz Huerta arrancó con una reflexión que se convirtió en el hilo conductor de toda la mesa: “Nuestra capacidad de adaptación es lo que nos ha permitido avanzar como humanidad, y en la manufactura vale lo mismo. Ya no vivimos en la época de firmar contratos por cinco años. Hoy se requiere agilidad, producción bajo demanda y tecnologías que respondan en tiempo real a lo que el mercado necesita”.

Esa frase resume una transformación profunda. Durante muchos años, la industria mexicana operó bajo un modelo predecible, en el que bastaba con asegurar un contrato de maquila de gran volumen para garantizar inversiones, rentabilidad y financiamiento. “Idealmente, a todos nos gustaría volver a esos antiguos contratos, donde firmabas por un millón de componentes y tenías asegurados los siguientes cinco años de operación –explicó el académico–. Era un entorno donde invertir era más sencillo, y tanto la banca de desarrollo como la banca privada tenían parámetros claros para financiar proyectos industriales”.

Pero ese esquema ya no es viable. Hoy, la operación debe sustentarse en la flexibilidad: la capacidad de ajustar lo que se produce, cómo se produce y para quién, prácticamente en tiempo real. En este nuevo escenario, las plantas deben ser ágiles, con máquinas programables y procesos capaces de adaptarse a la demanda cambiante de los mercados. “La automatización y la robótica han evolucionado de forma muy importante en los últimos años, y su integración con herramientas de inteligencia artificial no solo permite optimizar procesos, sino que abre nuevos frentes, como la protección de información crítica y la seguridad en las cadenas de producción”, explicó el doctor Ruiz Huerta.

En un mundo donde los insumos digitales ya son parte esencial del producto, ese valor agregado también plantea nuevos dilemas. “Hoy no estamos pagando aranceles por un diseño hecho en la India que se manda por la nube para producirse en México, pero no dudemos que eso pueda llegar a pasar”, advirtió. En este escenario, la información en sí misma —el diseño, los algoritmos, los modelos 3D— se convierte en un insumo estratégico, y su manejo será tan importante como la manufactura física.

Además, en medio de esta aceleración tecnológica, hay una dimensión que no puede perderse de vista: la sostenibilidad. La presión por producir más, más rápido y más barato ha tenido costos. “Se está perdiendo un poco de vista que el planeta requiere estrategias de producción más responsables. Ya no se puede producir por producir. Los antiguos modelos ‘push’, donde se generaba un exceso de oferta que luego había que empujar al mercado con descuentos, ya no funcionan. Tenemos que avanzar hacia esquemas de producción bajo demanda”.

Esa transición no es un pronóstico; es una realidad. Ya está ocurriendo en todo el mundo, y México debe alinearse a ese cambio, si quiere mantenerse competitivo. Flexibilidad, automatización inteligente y sostenibilidad. Esos son los pilares que deben guiar la nueva manufactura.

| Talento y tecnología: la base para transformar la manufactura

La automatización, la inteligencia artificial (IA) y la manufactura aditiva (también conocida como impresión 3D) ya no son cosa del futuro, sino herramientas cotidianas en las plantas más avanzadas del mundo. Pero en México aún hay una distancia importante entre lo que es posible y lo que se está implementando de manera generalizada. Lo que propone el doctor Ruiz Huerta no es una adopción ciega de tecnología, sino una integración inteligente y contextualizada: “La tecnología debe responder a la necesidad del proyecto, no al revés. Y eso implica formar talento con fundamentos, no con habilidades pasajeras”.

Ese talento —coincidieron los tres panelistas— es el activo más estratégico del país. Sin técnicos capacitados, sin ingenieros preparados para adaptarse a nuevas herramientas y sin directivos con visión de largo plazo, cualquier inversión tecnológica se diluye. Y ahí entra en juego la formación. 

Caintra, por ejemplo, trabaja de la mano con el EGADE Business School, del Tecnológico de Monterrey, para ofrecer programas de transformación para las pequeñas y medianas empresas (pymes), centrados en ayudar a sus dueños y equipos a evolucionar sus procesos y modelos de negocio. Pero apenas 50 empresas han pasado por esta capacitación. “Nos falta mucho”, dijo Juan Pablo García, director de Caintra. “Las pymes no tienen tiempo para planear, porque están ocupadas apagando fuegos, cumpliendo trámites, sobreviviendo. Tenemos que liberarles espacio para que piensen estratégicamente”.

El talento, por tanto, no es solo una cuestión técnica. Es también una cuestión de cultura empresarial. Y eso implica modificar mentalidades. “Muchas veces, las empresas quieren capacitarse en un software específico. Pero si cambia la versión, ¿qué hacen? Lo importante es formar en principios, en pensamiento crítico, en adaptabilidad”, insistió el doctor Ruiz Huerta.

| Cadenas de valor, producción local y nueva infraestructura

Para que las empresas mexicanas puedan escalar y participar de manera significativa en las cadenas regionales de valor, necesitan más que esfuerzo propio: requieren un ecosistema que funcione. Ese ecosistema incluye financiamiento, certificaciones y acceso a tecnología, pero también infraestructura, energía, logística y conectividad.

Uno de los grandes retos para la industria es que, si bien México produce suficiente generación de energía en regiones como el norte del país, esa energía no siempre llega a los parques industriales o a las zonas de mayor actividad. “Hay zonas de Monterrey con cortes frecuentes que afectan directamente la productividad. Eso no es sostenible, si queremos atraer inversión seria”, señaló García.

Además, el costo logístico del país sigue siendo elevado. Los cruces fronterizos están saturados, las filas interminables encarecen las exportaciones y limitan la capacidad de respuesta de las empresas. Por eso, desde el gobierno de Nuevo León se ha impulsado el desarrollo del Puente Colombia, que permite un flujo más ágil hacia Estados Unidos. Pero todavía falta una red logística moderna, integrada, eficiente, que incluya carreteras, ferrocarriles, puertos de altura y un internet de calidad para todas las empresas, incluso las micro.

La digitalización es, en este sentido, otra pieza fundamental. No se trata solo de tener acceso a herramientas digitales, sino de integrarlas estratégicamente al negocio. Y eso empieza por tener internet asequible y confiable. Serna lo resumió así: “Queremos que las microempresas también vendan en línea, que también optimicen sus procesos, que también innoven. Pero para eso necesitan acceso real a la tecnología; no solo verla desde lejos”.

En paralelo, el gobierno de Nuevo León ha trabajado en la digitalización de trámites regulatorios, incluidos los ambientales. Esto ha reducido los tiempos y ha permitido a muchas empresas responder más rápido a requerimientos. “Tener 60 días para corregir un trámite, en lugar de dos años de espera, puede ser la diferencia entre avanzar o quedarse fuera de un contrato”, explicó Serna. Y agregó: “La inspección también ha aumentado, pero no con fines punitivos, sino para acompañar a las empresas hacia mejores prácticas”.

 

En ese mismo contexto, la política pública cobra una relevancia especial. Más allá de invertir en digitalización, una de las estrategias más efectivas —coincidieron los panelistas— es la sustitución de importaciones. Es decir, impulsar que las empresas locales desarrollen las capacidades necesarias para fabricar los componentes que hoy muchas compañías multinacionales aún importan.

Este esfuerzo por fortalecer la cadena de suministro local se complementa con algo que, a veces, se da por sentado: la vigencia del T-MEC, uno de los activos que México aún conserva en su posición global. “Tenemos que seguir fomentando las cadenas productivas regionales e impulsar la integración al tratado”, subrayó Serna. “Mientras el T-MEC siga vigente y podamos exportar bajo su amparo, vamos a mantener esa ventaja competitiva que nos ha sostenido durante todos estos años”.

Y agregó algo que resonó con fuerza en el foro: la industria en Nuevo León —y en buena parte del país— tiene una gran virtud: sabe adaptarse rápido. Esa resiliencia organizacional, ese músculo para transformarse sin perder potencia, es un activo que hoy debe potenciarse con visión de largo plazo.


| Sostenibilidad y cultura de innovación: el nuevo estándar global

Uno de los temas que atravesó todo el panel fue la sostenibilidad. No como una etiqueta verde, sino como un nuevo estándar que determina si una empresa puede o no integrarse a una cadena de suministro internacional. Las grandes marcas globales ya no preguntan si eres sustentable; exigen pruebas. Quiénes son tus proveedores, cómo tratas a tus empleados, cómo manejas tus residuos, qué impacto tiene tu producción… Todo eso está bajo la lupa.

“La empresa que no esté trabajando desde ya en ser más sustentable, va a quedar fuera”, advirtió García. En Caintra han creado programas para asesorar y capacitar a las pymes en temas de sostenibilidad. Pero, nuevamente, la tarea es monumental. Muchas micro y pequeñas empresas apenas tienen recursos para operar, mucho menos para desarrollar una estrategia ambiental sólida. Por eso, se requiere acompañamiento, financiamiento y una cultura que empiece desde la formación básica.

El doctor Ruiz Huerta planteó una idea poderosa: “La sostenibilidad empieza en el diseño. Si desde que se concibe el producto no se piensa en su impacto, en su reciclabilidad, en su desecho, llegamos tarde”. Y añadió que la ‘remanufactura’ local, el uso de materiales alternativos y los modelos circulares pueden abrir nuevas avenidas para la innovación. “Pero hay que salirnos de los esquemas tradicionales de producción y atreverse a imaginar cosas nuevas”.

El cierre de la conversación fue un llamado a la colaboración estructural. Iniciativas hay muchas, pero faltan conclusiones, evaluaciones y continuidad. “Tenemos muchísima iniciativa, pero muy poca ‘terminativa’”, ironizó el doctor Ruiz Huerta. “Necesitamos cerrar los ciclos, evaluar si lo que se está haciendo realmente funciona y ajustar sobre la marcha”.

Para ilustrar esta necesidad, el académico compartió su experiencia vivida en China. En el año 2000 visitó un pequeño taller que producía 100,000 piezas para una industria específica. El lugar era diminuto. Cuando preguntó cómo lograban cubrir esa capacidad, el dueño le dijo que, a tres cuadras, otros talleres hacían lo mismo, en sincronía. Años después, esa red de colaboración se convirtió en una gran empresa automotriz. “Eso es colaboración; eso es crear ecosistema. Eso es pensar en comunidad. Eso es lo que necesitamos construir aquí”.

México tiene enfrente una oportunidad única. No basta con maquilar. Es momento de diseñar, de innovar, de tomar decisiones estratégicas que permitan que el país deje de ser un proveedor y se convierta en un socio industrial. Como dijo Carlos Alberto Serna: “Los ciclos presidenciales en Estados Unidos duran cuatro años. Pero las decisiones industriales duran 20. No nos detengamos por las políticas de Donald Trump. Es momento de actuar con visión, con profundidad y con ambición”. AN

También en esta edición

Compartir