
Management 360: De auditor a asesor de negocios
Por: Roberto GallardoContinua en la historia

| ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando escuchas la palabra “auditor”?
Para la mayoría de la gente, un auditor es una especie de contador que se dedica a descubrir incumplimientos o problemas financieros, actuando como un “policía externo” que busca errores y sanciona a empleados. Nada más alejado de la realidad.
Un auditor evalúa la efectividad de los procesos, detecta oportunidades de mejora y contribuye a la imagen organizacional de una entidad. No se dedica únicamente a revisar y corregir; en realidad, es un catalizador de crecimiento.
Para decirlo en palabras sencillas: un auditor es un profesional especializado en su ramo, que revisa y supervisa que las cosas se hagan conforme fueron planeadas, detectando desviaciones o áreas de oportunidad. En las aerolíneas hay auditores –generalmente pilotos aviadores–, que revisan el trabajo de los demás. Y ahora que algunos restaurantes y taquerías de nuestro país han sido reconocidos con estrellas Michelin, por su cocina excepcional, seguramente hubo muchos auditores detrás, revisando recetas de cocina, la calidad de los alimentos y el servicio.
En el mundo de los negocios ocurre lo mismo. El objetivo de un auditor no es señalar errores o fallas con el dedo, sino revisar que las cosas se cumplan, asesorar e impulsar un cambio positivo y enriquecedor. Un auditor siempre debe estar atento a la salud operativa y financiera de su cliente, para que siempre le vaya bien. Un auditor es un asesor de negocios que no solo detecta lo que está mal, sino también lo que está bien, viendo siempre por el futuro del negocio. De hecho, un buen auditor constantemente hace recomendaciones para mantener la continuidad del negocio.

| ¿Qué otras características debe tener un buen auditor? Toma nota.
Primero, un buen auditor no debe saberlo todo, pero sirve de guía. Puede detectar la falla de un proceso específico y sugerir una solución. Por ejemplo, puede recomendar la intervención de una firma de consultoría especializada. Es lo mismo que ocurre con tu médico de cabecera. Él no es especialista en todo, pero puede sugerirte que visites a un ortopedista de confianza, que él mismo te recomendará, si tienes un problema de rodilla. Y estará atento a esa dolencia específica –y a otras dolencias– siempre. Un buen auditor es como tu médico de cabecera: estará contigo en todo momento y siempre te dará seguimiento.
Un buen auditor también es alguien preparado y con experiencia, lo que le permite brindar un enfoque detallado a sus clientes. Los auditores estudian, se capacitan, presentan exámenes y se certifican para seguir auditando. Se preocupan de prepararse de forma sistemática, no solo en temas relacionados con su profesión, sino en los relacionados con el entorno competitivo de los negocios, la transparencia, la ética.
Los problemas financieros y operativos que enfrentan las empresas, hoy en día, requieren de amplia experiencia para diseñar la mejor estrategia –y la más sensata– para sus clientes.Además, un buen auditor es confiable. Un auditor que ofrece resultados puede ganarse la confianza de sus clientes. Yo tengo muchos clientes que me han buscado para apoyarlos en sus negocios personales.

“El objetivo de un auditor no es señalar con el dedo, sino revisar que las cosas se cumplan, asesorando e impulsando cambios positivos y enriquecedores”.

| La auditoria externa se paga sola
Un buen auditor no solo ayuda a descubrir problemas; también a prevenirlos, antes de que ocurran daños. Es decir, puede identificar y evaluar riesgos potenciales –que a la larga podrían afectar el éxito de una organización– y ayudar a tomar medidas proactivas para mitigar esos riesgos, previniendo así posibles pérdidas o daños.
Un auditor debe ser externo, preferentemente. Así, al no tener vínculos con la empresa, puede ofrecer una perspectiva más objetiva y libre de conflictos de interés. Además, los despachos externos suelen estar actualizados con las regulaciones y normativas más recientes.
Los procesos de los auditores externos también son más robustos, lo que reduce dramáticamente la probabilidad de fallas, y suelen dar la cara por el cliente –si son serios y responsables–, pues la autoridad acude, por lo general, con el auditor externo cuando surgen problemas.
Por último, un buen auditor externo termina pagándose solo, porque puede ayudar a producir mayores ventas, hacer más eficientes los procesos y reducir los costos, o simplemente poner al día todas las operaciones: contables, fiscales, de recursos humanos, de cadena de suministro, etcétera. Por lo tanto, un auditor externo no debe verse como un gasto adicional, sino como una inversión que ayudará a optimizar el funcionamiento del negocio.
Recuerda que el papel actual de un auditor va más allá de simplemente examinar la gestión económica de una empresa y de identificar debilidades o riesgos. Un auditor puede contribuir a aumentar el valor de tu negocio, para que alcances crecimiento y éxito. AN
Roberto Gallardo, es socio en De Anda, Torres Gallardo y compañía, firma de servicios de auditoría, fiscal y contabilidad, es miembro de la compañía inglesa Moore Global Network Limited en México