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Taco Tasting Room: experiencia de tacos de alto nivel

En el corazón del Centro Histórico, el chef Pepe Salinas convierte al taco en una experiencia de lujo cultural: un viaje gastronómico de 13 tiempos que celebra el maíz, el fuego y la memoria de México, pensado para ejecutivos, viajeros internacionales y sibaritas que buscan mucho más que una comida.

Por: Amílcar Olivares Swipe

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| Homenaje al maíz, al fuego y a la tortilla

En México hay, por fortuna, una tendencia cada vez mayor a que la alta gastronomía se mida en experiencias memorables y exclusivas. Por ello, es de celebrarse que surja en el Centro Histórico de la Ciudad de México un concepto que eleva al taco —ese emblema de identidad nacional— y la comida callejera a un nuevo nivel de sofisticación y narrativa cultural: Taco Tasting Room.

Se trata de una barra íntima para solo 14 comensales, diseñada por el chef Pepe Salinas, reconocido como Chef del Año 2024 por CANIRAC y actual director de Alimentos y Bebidas de Central Hoteles. A este grupo empresarial también pertenecen el restaurante Balcón del Zócalo y los hoteles Zócalo Central, Histórico Central y Canada Central.

El objetivo de este nuevo lugar es elevar la experiencia de los sabores de México a través de tacos y comida callejera sublimada a otro nivel. “Este espacio propone una experiencia gastronómica contemporánea, provocadora y profundamente reflexiva que rinde homenaje al maíz, al fuego y a la tortilla como centro de todo. Cada taco es una idea servida sobre una tortilla caliente. Se trata de un viaje por 12 destinos de México, desde el norte hasta el sur, mediante el cual queremos llevar al comensal a conversar sobre identidad, territorio y técnica”, dice el chef Pepe Salinas.

Por ello, en Alto Nivel relatamos esta experiencia pensada para coronar una comida de negocios, especialmente con directivos y directivas extranjeros a quienes se busca ofrecer un momento único, exclusivo y memorable. Una vivencia que habla del México más arraigado en sus raíces, pero expresado con la visión contemporánea, creativa y exigente de la alta cocina.


| Exclusividad y diseño con identidad

La exclusividad es parte central de la propuesta. Solo 14 asientos disponibles en cada turno, así que forzosamente se tiene que reservar con anticipación. El diseño evoca las cocinas de humo de las abuelas y los pueblos de México, y la atmósfera es sobria y de ritual, construida con piedra volcánica, luz tenue y artesanía mexicana contemporánea. El espacio está pensado para ejecutivos, líderes de negocios y viajeros internacionales que buscan algo más que una cena o una comida: buscan una experiencia que combine intimidad, cultura y lujo gastronómico.

Aquí, cada taco es un viaje y un vehículo de reflexión sobre el maíz, el territorio y la memoria. En palabras simples: se trata de una experiencia prémium de hospitalidad mexicana, en la que la tortilla es el lienzo de una narrativa que conecta lo ancestral con lo contemporáneo.

El menú degustación (que cambiará por temporadas) inicia con un granizado de aguachile verde con pepino, diseñado para despertar el paladar. Le sigue la enchilada de mole blanco con corazones de girasol y espárragos, un juego entre técnica y sutileza vegetal. La tostada de ceviche de nopales y cecina de filete sobre aguacate y chicatanas (bañadas en oro, por cierto) conecta lo silvestre con lo sofisticado, mientras que la tostada de toro de atún y lima kosho aporta frescura marítima y precisión japonesa.

La narrativa se intensifica con la tlayudita de escamoles, puré de haba, nopales y espirulina, que reivindica la proteína ancestral y evoca la infancia del chef en Hidalgo, para después pasar a una muy tijuanense quesadilla adobada de langosta al carbón con queso St. Paulin y pico de gallo de mango, un platillo que combina lujo y humor en una misma tortilla. El taco de gaonera de wagyu cross con salsa de chiles en aceite es potente y delicioso, muy del centro del país, mientras que los esquites de rib eye con mayonesa de chapulín y tuétano derretido a fuego directo al momento reinterpretan el antojo callejero con sofisticación, teatralidad y lujo.

El viaje por México sigue con el muy michoacano taco de carnitas de lechón en salsa roja con nopales, cargado de tradición, y con el taco de costilla de cerdo en recado negro con aire de cebolla morada, para dar un toque de modernidad a la memoria yucateca del sur. La enchilada de mole negro con foie gras y nuez de yaka marca el clímax de la experiencia: un platillo que desafía al comensal al fusionar lo ancestral con lo cosmopolita. El cierre llega con la sencillez emotiva del flan de la casa y un sorbete de la estación, dulzura que apela a la memoria.


| Experiencia prémium para ejecutivos y sibaritas

El maridaje está a cargo del sommelier Eduardo Figueroa (quien ya ha sido nombrado jefe de Sala del Año por su trabajo en Balcón del Zócalo) y es un elemento estratégico que convierte la experiencia en un viaje completo. Inicia con el Coctel Criollo, elaborado con uvas verdes, lima y cilantro criollo. Después se suceden etiquetas cuidadosamente elegidas: “El dominio de las abejas”, un Nebbiolo del Valle de Ojos Negros de Baja California; el Sauvignon Blanc Je t’aime, mais j’ai soif de Francia; un Juggernaut, un chardonnay de Sonoma, California… Y para romper esquemas, una caguamita Carta Blanca de Monterrey. La experiencia se corona con un elegante cava espumoso Mestres Visol español, confirmando que en esta barra se celebran tanto lo sofisticado como lo popular reinterpretado.

La coctelería de autor añade un valor diferencial para quienes buscan memorabilidad en cada detalle: margarita de nopal con sal de Colima, mezcalita de xoconostle con sal de bugambilia, negroni de jamaica y cacao, un carajillo de olla y la versión sin alcohol del mocktail Criollo.

En Taco Tasting Room más que comer tacos se trata de entender lo que significan. Para el ejecutivo de alto nivel, el directivo extranjero o el viajero sofisticado esta experiencia ofrece algo más que placer gastronómico; es un recordatorio de que México puede transformar lo cotidiano en arte y lo popular en un acto de lujo cultural.

El proyecto de Pepe Salinas es también una inversión simbólica en la narrativa del país: convertir al taco en un producto prémium de hospitalidad, capaz de dialogar en la misma mesa con etiquetas de grandes vinos o cortes de wagyu, sin perder su raíz de maíz y fuego.
“Taco Tasting Room no es una taquería ni un restaurante tradicional o de fine dining. Es una barra viva (el comensal observa todo el tiempo la preparación de cada plato) donde se cocina y se sirve en el mismo espacio, sin división entre fuego y comensal, y donde el taco se presenta como un acto de conciencia, reflexión, técnica y provocación”, cierra el chef. AN

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