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Reportaje

Rusia contra Ucrania: barbarie contra civilización

La invasión de Rusia a Ucrania está uniendo a los países occidentales y demostrando que el uso inteligente de los avances técnicos logra desbaratar los manotazos de la fuerza bruta.

Por: Gerardo Yong Swipe

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El panorama geopolítico global luce realmente nebuloso. Por una parte, Ucrania pide acelerar los esfuerzos occidentales para el envío de armas y pertrechos, mientras que Alemania se muestra cada vez más aprehensiva ante su participación indirecta en la guerra. Francia pide derrotar, pero no aplastar a Rusia, y Estados Unidos busca cómo acusar a Moscú de cometer crímenes contra la humanidad. El escenario parece, de verdad, un espectro que recorre el mundo.

Recientemente, se realizó la Conferencia de Seguridad de Múnich, en la que se iba a definir una nueva etapa de la solidaridad con Kíev en su lucha contra las tropas rusas, a las que busca expulsar de su territorio. Fue el presidente Volodímir Zelenski, quien inauguró, de manera dramática, el foro advirtiendo que su país se está quedando sin municiones e incluso sin combatientes, por lo que urgió a los aliados colectivos –como Rusia los califica– a que actúen con celeridad en el envío de equipo bélico. También pidió el envío de aviones cazabombarderos, en un intento por igualar las condiciones estratégicas con Rusia, una petición que mantiene temblorosos a los europeos, porque significaría una nueva fase del conflicto.


| De Yugoslavia a Ucrania

La Guerra de los Balcanes tuvo un parecido similar con lo que está sucediendo en territorio ucraniano. En febrero de 1999, se reunieron líderes europeos en torno a la Conferencia de Rambouillet, en Francia, para dar una alternativa al presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, empecinado en su limpieza étnica. Se le planteó el despliegue de tropas euroatlánticas para garantizar el cumplimiento de un pacto y un referéndum de independencia para Kosovo, con un plazo de al menos tres años.

A Milosevic no le gustó la propuesta, argumentando que las fuerzas extranjeras eran un golpe duro al orgullo serbio y a la identidad de su país. El entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, consideró esto como un fracaso diplomático y autorizó una ofensiva, integrada por fuerzas aéreas eurocomunitarias y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por “razones humanitarias”.

Rusia estuvo siguiendo con mucho cuidado la reunión en Múnich, efectuada del 17 al 19 de febrero; tal vez con la vista puesta en lo que podría ser un nuevo Nuremberg, en caso de que perdieran la guerra, sobre todo ante el recuerdo de lo sucedido con el hombre fuerte de Yugoslavia y su séquito.

En su discurso, Zelenski aseguró que, de no recibir más ayuda y, sobre todo, de mayor valor estratégico, su país no lograría detener al “oso ruso”, el cual extendería sus avances más allá de las fronteras eurocomunitarias.

La Conferencia de Seguridad de Múnich dejó entrever que el mismo bloque europeo tiene problemas para ponerse de acuerdo respecto a las peticiones de aumentar la calidad de la defensa contra las fuerzas de Moscú. Kíev los urge a que les aporte tanques Leopard 2A6 (Alemania); AMX-10 (Francia) y M-1 Abrams estadounidenses, los cuales, en todos los casos, son vehículos más modernos y versátiles que los T-72, T-80 y T-90 rusos.


| Si los cazas entran

Respecto al envío de aviones, el bloque multinacional se ha dividido, pues mientras Berlín y París temen que este factor eleve la intensidad de la guerra, Washington ya está preparando, desde julio de 2022, a pilotos ucranianos para volar su letal F-35. El pasado 20 de febrero, el presidente Joe Biden realizó una visita relámpago a Zelenski, a quien anunció que le proporcionaría una ayuda de 500 millones de dólares en obuses y misiles Javelin, capaces de penetrar tanques y vehículos pesados.

Otros miembros eurocomunitarios, como Polonia y Holanda, han empezado a movilizarse para dotar a los ucranianos de cazas F-16 de la OTAN, mientras que Suecia dispondría de un escuadrón de cazas Gripen. Hasta el momento, Francia se ha rehusado a aportar sus Rafale, de los más caros del mundo, porque implicaría una drástica pérdida económica. Esta indecisión ha hecho reír al Kremlin, que sabe que no será fácil enviar esa ayuda estratégica a sus rivales.

Mientras se define el envío de aeronaves, Ucrania se ha apoyado en los tanques germanos Gepard, con capacidad antiaérea; esto es lo único que ha mantenido a raya los ataques aéreos rusos. De cualquier manera, tanto expertos norteamericanos como europeos en la Conferencia de Múnich no descartan que Ucrania pudiera contar con las aeronaves a más tardar en seis meses.

Moscú ha perdido más de 200,000 efectivos, y la movilización de 300,000 más ha sufrido serios golpes en su intento por recuperar los pueblos capturados por las huestes ucranianas.


| Sanciones y éxodo

Según el gobierno estadounidense, esto sería un duro golpe para Rusia, pues se encuentra empobrecida, cada vez más aislada y en calidad de un paria global que ha perdido imagen internacional y ventajas operativas y tácticas. En tan solo un año de combates, Moscú ha perdido más de 200,000 efectivos, y la movilización de 300,000 más ha sufrido serios golpes en su intento por recuperar los pueblos capturados por las huestes ucranianas. Esto, sin contar con que el ejército ruso ha visto mermado su arsenal, así como la mitad de sus tanques operables y sus activos de municiones.

Por otro lado, está el éxodo de su población, que huye del reclutamiento y la violencia bélica. Casi 1 millón de emigrados, desesperados por abandonar Rusia, incluyendo periodistas, académicos y el 10% de su fuerza laboral industrial y de tecnología informática, han tratado de entrar a territorio estadounidense o eurocomunitario.

Además, las sanciones occidentales a Rusia han impactado negativamente en su economía, disminuyendo su capacidad industrial, al grado de que se han detenido avances en la integración rusa en Europa. Esto ha provocado que el jefe del Kremlin se empecine aún más en una escalada contra las facciones neonazis –como él las califica–, tal como si fuera una segunda parte de la Segunda Guerra Mundial.


| La guerra impulsará las energías limpias de la UE

A un año del conflicto, Moscú todavía recibe dinero por la importación de combustibles a países europeos, los cuales ya determinaron que la descarbonización tiene que acelerarse como una fase estratégica para debilitar al enemigo rojo. De hecho, el proceso se ha intensificado. El bloque europeo ha acelerado la producción de energía eólica y solar, con el fin de generar electricidad para activar los calefactores domésticos y reducir el consumo de petróleo y gas.

Por cierto, hasta el cambio climático parece operar en favor de Europa, pues este año las temperaturas del invierno, generalmente muy bajas en estos meses, en realidad fueron más moderadas que en el pasado.

Cabe desatacar que hace 15 años, cuando se le pidió a Putin que ratificara el Pacto de París para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, contestó que uno o dos grados menos en su clima no le afectarían; por el contrario, le beneficiarían. Sus palabras resultaron proféticas, pero también para Europa, pues esas temperaturas templadas han impedido su plan de arrodillarla por congelamiento.

Aunque no se le visualiza un fin cercano, la guerra está presionando a que las energías limpias detonen su uso en la región con celeridad, algo que Rusia ni siquiera ha considerado implantar, pues sigue más confiada en su potencial de hidrocarburos. AN

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