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Opinión

Los virus de la democracia

Por: Agustín Llamas Mendoza Swipe

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Nunca como hoy, en tiempos pandémicos, resulta tan obvio hacer la analogía para describir lo que sucede con el estatus y la evolución de nuestra democracia. El actual gobierno en el 2018 se encontró con una democracia ya enferma y contaminada, una democracia defectuosa. Hoy, después de tres años de gobierno se puede diagnosticar que la salud económica, política y social de México no da señales de mejoría; por el contrario, hay quienes afirman que se ha agravado y estamos por entrar a cuidados intensivos.

En la última edición del índice The Economist, nuestra democracia se ha degradado y hoy se ubica en la categoría de régimen híbrido, donde se ubican, por ejemplo, Ecuador, Bolivia, Nicaragua… Los virus del autoritarismo y la impunidad que padece la democracia mexicana son los que están causando el daño profundo a todo el sistema en su conjunto, alojándose en las instituciones y en los actores.

En la última edición del índice The Economist, nuestra democracia se ha degradado y hoy se ubica en la categoría de régimen híbrido, donde se encuentran países como Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Los resultados del índice 2022 nos dibuja lo que está sucediendo en nuestro país, por lo menos en los últimos tres años: los gobernantes actuales insisten en seguir concentrando poder, modificando las reglas del sistema en todos los ámbitos: la iniciativa de reforma eléctrica, la desaparición de órganos autónomos, las agresiones a la sociedad civil organizada, los ataques al INE y al INAI son solo algunos de los ejemplos del autoritarismo por las vías institucionales.

| Ataques a la prensa

El perfil autoritario de quienes gobiernan hoy también se ha evidenciado en ataques a la prensa y a los medios de comunicación, en la corrupción en muchas áreas de gobierno, así como la impunidad y la ausencia de estado de derecho y la consecuente ingobernabilidad.

La crisis económica y de salud solo son consecuencias de las acciones institucionales y de los actores responsables.

Los virus de la desigualdad económica y social, así como la corrupción, más la ausencia de gobernabilidad, junto con una visión estatista y autoritaria, son las causas de que la democracia en México se haya degradado.

Para que exista una democracia, como sabemos, se necesitan demócratas. Cambiar las leyes ya no basta.

Para que exista una democracia, como sabemos, se necesitan demócratas. Cambiar las leyes ya no basta. Se pueden crear, tener reglas, eventualmente, más democráticas y de libre mercado, pero si la población —actores de todo tipo— es irresponsable, desapegada de la legalidad, dependiente del Estado y, por tanto, acostumbrada a una cultura autoritaria, no hay nada que hacer. Esa sociedad, entonces, se transforma en el primer obstáculo y en el principal cómplice de las tentaciones autoritarias y populistas del gobernante de turno.

Necesitamos crecer en términos institucionales y sociales. Los dirigentes señalan qué hacer, mientras la población se desentiende. El actor social que posee una actitud ciudadana se responsabiliza de la cuestión pública y de la sociedad cotidiana y permanentemente. Adopta un compromiso de fondo. Un ciudadano es un “socio” del sistema y no solo un consumidor de políticas públicas o de partidos o de políticos. Es un socio que debe exigir y auditar a esa empresa llamada democracia.

| Participación ciudadana, la clave

Por eso es primordial la participación ciudadana, la responsabilidad social y política entendida como actividad generosa que produce reglas —instituciones‒— de las que uno dependerá y obedecerá. Las leyes están para respetarse, no para incumplirse. El ciudadano maduro es solidario, democrático y apegado a la legalidad; el inmaduro simplemente no es ciudadano, sino un ente social dependiente de aquellos que se benefician de esa postura pasiva, permisiva y de complicidad.

Una sociedad democrática y abierta se construye a partir de ciudadanos participativos y responsables de los asuntos públicos y que, además, saben exigir rendición de cuentas a esos representantes.

Una sociedad democrática y abierta se construye a partir de ciudadanos participativos y responsables de los asuntos públicos y que, además, saben exigir rendición de cuentas a esos representantes.

En otras palabras, no será sino hasta que el ciudadano común haga suya la política, que se podrá decir que se ha comenzado un proceso serio de cambio de régimen y de inmunidad ante esos virus que tanto daño están haciendo. Las vacunas para no propagar los virus se llaman responsabilidad social y política. AN

Por Agustín Llamas Mendoza

@politicabierta

 

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