Es innegable el estado de vulnerabilidad en que se encuentra nuestro mundo digitalizado, frente a aquellas construcciones que se basan en la tecnología.
Este entramado invisible que habilita el desplazamiento (para la mayoría casi “mágico”) de señales de energía, datos e información, de un extremo a otro del mundo, es el soporte de la fuerte vorágine de transacciones y procesos de los que penden las economías en todos sus niveles.
| No tenemos el control
Fueron los avances tecnológicos en computación, telecomunicaciones e informática los que detonaron la infinidad de desarrollos tecnológicos que transformaron el mundo a digital.
En la prisa por subirnos a la gran ola tecnológica, al parecer obviamos anticipar que toda acción conlleva una consecuencia. Sin embargo, esta consecuencia nos salta a la vista cuando somos testigos o víctimas de una falla: no tenemos el control.
Es innegable el estado de vulnerabilidad en que se encuentra nuestro mundo digitalizado, frente a aquellas construcciones que se basan en la tecnología.
Paso a paso, llegamos a un hoy en donde no existe un ser en el planeta que entienda la totalidad de componentes (físicos y lógicos), sistemas, lenguajes o protocolos, equipos, marcas, etc., que conforman este universo tecnológico; a la vez demasiado rico y variado para que podamos entenderlo mediante los habituales métodos simples, mecánicos o lineales, pero que requieren fiabilidad indiscutible. Todo se ha vuelto demasiado complejo.
Las implicaciones: elevados costos, tanto económicos como operativos, catalogados como aceptables, aunque olvidando, a veces voluntariamente, el recuento de daños colaterales.